29/10/10

Cuento fusilado

Este cuento fue fusilado varias veces. Lo fusilaron los milicos de la campaña al desierto. Lo fusilaron los milicos de la semana trágica. Lo fusilaron en los basurales de José León Suárez. Lo fusilaron muchas pero muchas veces en la Plaza de Mayo.

Este cuento fue fusilado por la espalda, también de frente. Lo fusilaron en los campos de Trelew. Lo fusilaron antes de tirarlo al Río de la Plata. Lo fusilaron con Darío, con Maxi, con Pocho, con Natalia, con el Oso… y ahora con Mariano.

Este cuento fue fusilado varias veces. Hace pocos días fue un innombrable el que lo fusiló. Un cómplice de los fusilamientos pasados. Un tipo de la patota de la muerte. Un contratado de los sindicatos del poder. Un reventado.

Este cuento Mariano, fue fusilado tan joven, tan combativo, tan solidario, tan laburante, tan estudiante, tan militante… que da rabia, da bronca, da pena. Hay golpes en la vida tan fuertes… diría un Vallejo con pena en los dos ojos. Y así estoy, escribiendo el cuento fusilado, absurdamente asesinado, mientras con los dos ojos llenos de pena trato de encontrar a Elsa, peleando con la vida en el hospital, fusilada por el mismo grupo de asesinos rentados por la maldita burocracia sindical.

Este cuento fue fusilado varias veces. Y todas las veces los agujeros duelen en nuestro cuerpo. Duelen cuando la bala entra en la piel, cuando nos desgarra. Duelen los agujeros cuando quienes los cuentan quieren sacar ventajas o amortiguar desventajas. Duelen cuando quienes nos ven desparramarnos, tratan de hacer análisis de nuestra sangre derramada, calculando cuántos glóbulos rojos, cuántos glóbulos celestes y blancos, cuántos glóbulos perdemos todas, todos, con el cuento fusilado.

Este cuento fue fusilado varias veces. El rostro de Mariano no me deja dormir. Espero que no les deje dormir a muchos y a muchas.

Espero que el rostro de Mariano, de pie junto su gente, apoyando, marchando, denunciando, nos siga mirando a los ojos como lo hace ahora.

Este cuento fusilado no entiende las razones que desabrigan a unos cuerpos. Este cuento pide que sepamos crisparnos ante cada injusticia en nuestro propio cuerpo, el masacrado, el de siempre, el del pueblo.

Este cuento fusilado pide que nuestras lágrimas no se sequen mañana para levantar murallas de lágrimas secas entre unas luchas y otras, entre unos caminos y otros.

Este cuento fue fusilado en los cruces de todos los caminos. Y aquí se queda.


Claudia Korol. Octubre 2010
Pañuelos en Rebeldía


Fte.: DerechoaleerOrg

19/10/10

La poesía de González Tuñón

Raúl González Tuñón convaleciente
Emisión del programa de radio TRAMAS (con temática en historia, arte, cultura, sociedad, ciencias, tecnologías, educación, medio ambiente, economía, movimientos sociales y medios masivos) en este caso dedicada a la poesía de Raúl González Tuñón, con la participación de María Gabriela Mizraje, quien es escritora, investigadora y profesora. Crítica literaria especializada en Literatura argentina, Filología clásica, Retórica, Semiología, Estudios de la Mujer y de Género. Profesora en múltiples universidades dentro y fuera del país. Narradora y poeta. Autora de Argentinas de Rosas a Perón, 1999; Mariquita Sánchez de Thompson, Intimidad y política (Diario, cartas y recuerdos), 2004. Se ha especializado en la obra de Raúl González Tuñón.

9/10/10

Griselda Gambaro en Frankfurt

Literatura, política y poder: discurso de apertura de Griselda Gambaro en La Feria del Libro, Frakfurt 2010

Quiero expresar en primer término mi alegría por asistir a esta Feria de tanto prestigio donde tengo el doble honor de pertenecer al país invitado y de usar la palabra en su ceremonia de apertura. Me congratulo también por la presencia de tan altas personalidades de la política, lo que señala, por otra parte, la especial atención concedida a esta Feria que entre las ferias del mundo ocupa un lugar de primacía.

La posibilidad de un discurso de apertura me abría inicialmente muchos caminos, entre ellos los referidos específicamente al libro, a los problemas de difusión y mercado, a las nuevas formas digitales que implican una manera distinta de escribir y leer, a la falta de una legislación exhaustiva en este campo.

Podría referirme a nuestra cultura aluvional y mestiza, cultura de apropiación que generó, después del casi exterminio de las culturas originarias, un producto autónomo cuya apreciación, en los países europeos, aún suele estar teñida de cierto prejuicio folklórico.

O bien detenerme en el impacto que la literatura de lengua alemana provocó en los escritores de mi generación que leímos muy tempranamente a Thomas Mann publicado por editores argentinos. Podría mencionar a Herman Hesse, cuya lectura devoraron los jóvenes de la época, y la traducción de los poetas, desde Holderlin a Trakl. Vínculos que siguieron con Heinrich Böll, Günther Grass, Christa Wolf, Peter Handke, pero que después no tuvieron la misma continuidad, sobre todo referida a escritores igualmente valiosos pero de menor renombre. Y en relación a los autores argentinos fueron pocos los traducidos a la lengua alemana, por lo que es una gran reparación el Programa Sur de traducciones para nuestra presencia en esta Feria.

Sin embargo, por preocupación personal y porque, en líneas generales, me parecen abarcativas en aspectos que nos conciernen, me gustaría detenerme en otras consideraciones más próximas a la literatura en su relación con la política y el poder.

Durante la dictadura militar, los escritores argentinos pagaron a costo de la vida y del exilio su empeño en el compromiso social, imbricado, de más está decirlo, con distintas formas de considerar la propia literatura.

Como todas las sociedades en épocas de riesgo, hemos tenido escritores para avergonzarnos pero muchos más para experimentar orgullo. Orgullo como lo han tenido en este país que nos hospeda por la actitud frente al nazismo de Thomas y Heinrich Mann, Heinrich Böll, Werfel, Adorno, Hannah Arendt…

Entre nosotros, los argentinos, fueron muchos los escritores que sacrificó la dictadura con la idea de que la supresión del cuerpo implica la supresión de la acción y la memoria. Ellos, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Miguel Ángel Bustos, Oesterheld y tantos otros han dejado su huella en el doble compromiso de la literatura y de la instancia social. Compromiso que en las condiciones más felices de la democracia prolongan autores como Andrés Rivera, Osvaldo Bayer o Juan Gelman, que en sus obras, sin violentar el origen ni el género, expresan implícita o explícitamente, la conciencia del mundo.

Esa conciencia tan avasallada hoy por los intereses económicos cuyo discurso de aparente razonabilidad, de ajustes implacables, las mayorías padecen pero no comprenden.

Literatura y poder tienen una relación más estrecha de lo que se cree, con vínculos que, aun en democracia, muchas veces han sido conflictivos.

Graham Greene decía que “debemos admitir que la verdad (del escritor) y la deslealtad son términos sinónimos”. Y agregaba que “el escritor estará siempre, en un momento o en otro, en conflicto con la autoridad, más o menos como el santo está generalmente en conflicto con la jerarquía de su iglesia”.

Y así debe ser por razones de sano distanciamiento en la preservación del espíritu crítico, de la disidencia como estado de alerta, si bien es preciso no confundir la disidencia – trabajo de pensamiento – con la estéril rutina del antagonismo sistemático.

A lo largo del tiempo, los escritores hemos lanzado señales sobre el trastorno de la condición humana, sobre la ferocidad de los procedimientos, sin que ninguno de los poderosos las leyera. Incluso muchos escritores creen actualmente que nuestra inoperancia frente al poder significa inoperancia de la literatura y muchos han renunciado en sus obras a alguna persecución de sentido a raíz del desencanto o en nombre de una subjetividad artística que los libera de todo compromiso.

Sin embargo, el mal del mundo nos contamina e incluso contamina los mejores ámbitos, aun los de esta Feria, y nuestra satisfacción siempre se verá turbada por esa intromisión irritante de la realidad. Mal del mundo que no consiste en fatalidades ineludibles sino en el resultado de un sistema que ni los economistas ni los políticos han logrado mejorar sustancialmente. Quizás en este punto se toquen políticos y escritores porque ambos no pueden escapar de sus responsabilidades, fundamentalmente éticas, en relación a la materia con la que trabajan: los pueblos y la política en un caso, la ficción lingüística, sea poética o narrativa, en otro. En unos, esa responsabilidad ética pasa por lo común a segundo término ante la complejidad de una acción que debe conciliar – globalizada – intereses y facciones de distinto cuño, muchas veces de naturaleza antagónica.

En los escritores, diría que la primera responsabilidad ética parte de esa “deslealtad” de la que hablaba Graham Greene y que consiste llanamente en la lealtad a la propia escritura.

Pero la escritura, sabemos, no es a-histórica ni se produce en el vacío.

Estamos ligados a nuestra época y no será el tema lo que nos ligará sino el tono, la manera, la elección de las palabras.

En la Argentina, hemos tenido estadistas, padres fundantes de la República, que han sido también grandes escritores, pero hoy las circunstancias de la modernidad son otras, y nuestro poder, el de los escritores, no se confunde ni se acerca tanto al poder del Estado, salvo en contadas áreas de la gestión cultural. Y hablo de nuestro poder porque eso tenemos cuando escribimos. Poder que no se compra, no se negocia. Por lo tanto, en un aspecto, poder muy frágil. Quien escribe, acomete una empresa que podría llamar imposible: fija el mundo en signos de ficción lingüística, aun relatando la mínima historia, el más breve poema, y al mismo tiempo, consciente de la realidad múltiple de ese mundo, intenta imponerle el producto de su poder frágil, la claridad inteligible de la escritura. Al desorden del mundo, la coherencia de un texto, al caos, la búsqueda de sentido o las interrogaciones sobre su falta.

Acometer la empresa parece imposible porque hay contendientes más desparejos que estos dos: el mundo – el poder del mundo – y la escritura.

Es lícito pensar que seremos vencidos. No por la mortalidad, por el desgaste que el tiempo inflinge a nuestras páginas. Digo vencidos ya, ahora.

Digo vencidos si pensamos en la disparidad de fuerzas, en lo inoperante que aparenta ser, ante una primera mirada, no sólo el acto solitario de escribir sino la literatura entera y todo el arte en general para modificar o influir sobre una alternativa de guerra o de violencia.

Sin embargo, persistimos. No porque desplacemos el asunto de la inoperancia sino porque lo desafiamos. Aun inconscientemente respondemos a un dictado que no se puede soslayar. En mi caso, sé que en el fondo de cada frase existe una voluntad que incluso pude desconocer mis propias intenciones: esa frase quiere oponerse a la injusticia del mundo, quiere organizarlo de otra manera con el poder frágil de la escritura.

Cuando escribo – y por lo tanto leo – puedo decirme que la inteligencia existe. Y que no es, obviamente, aquella que considera “procesos fascinantes” la creación de armas químicas o la invención a partir de una tecnología altamente sofisticada de aparatos destructivos. Que esa otra inteligencia existe y está ahí, en la página. Que el impulso creativo de la vida empieza en esa página, en la fuerza afirmativa de inventar y contagiar el deseo, que la lucidez existe y está ahí, y que mi pretensión, por más soberbia o desmedida que parezca, opone la inteligencia del juicio, del sentimiento y la imaginación a la locura en el mundo. Locura, por traer un ejemplo, que en el último agosto, a raíz de un incidente fronterizo en Medio Oriente, produjo cuatro víctimas por el corte de un árbol.

La literatura, aparte de significar muchas otras cosas, también es esto: la detención de la mirada sobre el árbol que crece y quiere vivir, el árbol cortado y la muerte. Hablar – escribir, leer – sobre la ausencia de cordura, aunque el azar de nuestra seguridad aparente protegernos.

Porque la literatura imagina, porque los hombres y mujeres son capaces de imaginar, también los políticos podrían imaginar audazmente. Atreverse, como aquellos grandes escritores que inventaron la realidad del poema o la novela, a imaginar otra realidad posible que no sea ésta, la de los incesantes conflictos. Si bien algunos gobernantes, sobre todo en América Latina, trabajan con propuestas más equitativas, no basta imaginar con límites sin forzar las circunstancias. Los cambios son siempre lentos mientras los sufrimientos inmediatos. Por ese sufrimiento colectivo – de guerras, de desempleo, de exclusiones del sistema – los políticos podrían, como los grandes escritores, reinventar el discurso, proyectar nuevas reglas e imaginar otras realidades posibles. Concretar, como quien escribe un buen libro – que deparará conocimiento y emoción – un equilibrio más justo en nuestras sociedades. Y en esta hipótesis ingenua y esperanzadora, ese libro, escrito paradójicamente sin palabras y con hechos, sería el de mayores lecturas, el de mejor exposición, el que concite, sin exclusiones, multitudes más felices en todas las ferias del libro, desde las modestas que se organizan en nuestro lejano Jujuy, próximo a la Puna, hasta esta magnífica Feria de Frankfurt que hoy inauguramos.

Feria del Libro de Frankfurt 2010
5 de octubre de 2010
Fte.del texto: LavacaOrg

6/10/10

Semblanza de Juana de Ibarbourou

Semblanza sobre la vida de la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou, producido por el Departamento de Tecnología Educativa, Uruguay.


Este video es parte de la colleccion: Community Video

2/10/10

Jaime Dávalos - Canto al sueño americano

Dedicado aquí a los caídos defendiendo la democracia en Ecuador.



Canto al sueño americano

Despierta, juventud americana:
realiza la unidad continental;
rompiendo las fronteras provincianas,
herencia del sistema colonial.

Adelante, amanece sobre el mundo
y en la conciencia de la humanidad:
huésped de este planeta vagabundo,
que Dios tan sólo sabe adónde va.

Canta y que el aire americano
vibre en el yunque de un solo corazón.
El día en que los pueblos sean libres,
la política será una canción.

Antes que el sol deslumbre tu ventana
el lucero te ofrecerá una flor,
sobre la frente azul de la mañana
lumbrera religiosa del amor.

En marcha, juventud como la espiga,
agrario símbolo de solidaridad;
no olvides que la sangre nos religa
a los que mueren por la libertad.

Canta y que el aire americano
vibre en el yunque de un solo corazón.
El día en que los pueblos sean libres,
la política será una canción.

Jaime Dávalos
(Música de Eduardo Falú)

Audio: Eduardo Falú, cd Por la Huella del Canto, 1996
Imagen: composición ad hoc

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